
La participación de los jóvenes en la cumbre del clima
Si quieres conocer una opinión de primera mano tras la COY16 en Glasgow, y qué se hace en esta conferencia, sigue leyendo.
En un contexto de sociedades cada vez más urbanitas y desconectadas de la naturaleza, la tierra, y en general el medioambiente, es muy importante poner sobre la mesa el valor del conocimiento respecto a nuestro planeta y sus entornos, así como respecto a la necesidad de cuidarlo y respetarlo. La educación ambiental es precisamente esto, es pedagogía sobre el medioambiente. Es educar, formar y concienciar, sobre cómo la actividad de los seres humanos afecta al planeta y, por el contrario, sobre cómo la naturaleza influye en las personas y cuánto dependemos de ella.
Más allá de eso, la educación ambiental busca explicar que somos sólo una especie más de seres vivos que forman parte de la Tierra, y que debemos cuidarla para poder seguir habitando en ella. Así como enseña el funcionamiento de los procesos y ciclos naturales, también conciencia sobre los recursos del planeta y, por tanto, sobre sus límites físicos. En el centro de una crisis climática la educación ambiental es clave: la necesitamos para repensar nuestros hábitos de vida, nuestro consumo y producción… En definitiva, hacernos repensar esa manera en que entendemos nuestra relación con el planeta como un producto al que explotar para volver a entenderlo como nuestro hábitat natural.
Ya en 1987, en el Congreso Internacional celebrado en Moscú de Educación y Formación sobre el medioambiente, la educación ambiental se definía como un proceso en el que las personas “adquieren conciencia de su medio y aprenden los conocimientos, los valores, las destrezas, la experiencia y también la determinación que les capacite para actuar, individual y colectivamente, en la resolución de los problemas ambientales presentes y futuros”. Desde el Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEA) consideran que es una herramienta que nos permite interpretar mejor el mundo y que necesitamos para poder entender el planeta que habitamos.
En un contexto de sociedades cada vez más urbanitas y desconectadas de la naturaleza, la tierra, y en general el medioambiente, es muy importante poner sobre la mesa el valor del conocimiento respecto a nuestro planeta y sus entornos, así como respecto a la necesidad de cuidarlo y respetarlo. La educación ambiental es precisamente esto, es pedagogía sobre el medioambiente. Es educar, formar y concienciar, sobre cómo la actividad de los seres humanos afecta al planeta y, por el contrario, sobre cómo la naturaleza influye en las personas y cuánto dependemos de ella.
Más allá de eso, la educación ambiental busca explicar que somos sólo una especie más de seres vivos que forman parte de la Tierra, y que debemos cuidarla para poder seguir habitando en ella. Así como enseña el funcionamiento de los procesos y ciclos naturales, también conciencia sobre los recursos del planeta y, por tanto, sobre sus límites físicos. En el centro de una crisis climática la educación ambiental es clave: la necesitamos para repensar nuestros hábitos de vida, nuestro consumo y producción… En definitiva, hacernos repensar esa manera en que entendemos nuestra relación con el planeta como un producto al que explotar para volver a entenderlo como nuestro hábitat natural.
Ya en 1987, en el Congreso Internacional celebrado en Moscú de Educación y Formación sobre el medioambiente, la educación ambiental se definía como un proceso en el que las personas “adquieren conciencia de su medio y aprenden los conocimientos, los valores, las destrezas, la experiencia y también la determinación que les capacite para actuar, individual y colectivamente, en la resolución de los problemas ambientales presentes y futuros”. Desde el Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEA) consideran que es una herramienta que nos permite interpretar mejor el mundo y que necesitamos para poder entender el planeta que habitamos.
Sin embargo, a pesar de que la educación ambiental sea importante en todas las edades, es especialmente esencial en la etapa infantil, para que desde la niñez todas las personas puedan tener una visión más completa de cómo funciona el mundo. Y lo cierto es que, gracias a mejoras en los planes educativos respecto a esta materia, sí se está consiguiendo poco a poco que cada vez tenga presencia desde más temprano en los programas lectivos de los colegios e institutos.
Algunos de los factores clave de la pedagogía ecológica en la niñez y la juventud es que fomenta el interés por el medioambiente, la naturaleza y el planeta. También hace que se desarrolle antes (y de forma más eficiente) cierta capacidad adaptativa y de aprendizaje respecto al entorno que nos rodea y en el que habitamos. Además, como otras ramas de la educación, fomenta el pensamiento crítico individual, la comunicación para el desarrollo de soluciones y las iniciativas creativas.
Y hay algo más, una cuestión que no puede pasarse por alto: hacer crecer desde la infancia una cuestión de responsabilidad con el planeta facilita e impulsa la responsabilidad ecológica de familias enteras. Seguro que todos conocemos a algunas personas cuyos hijos pequeños, sobrinos o primos les han presionado para reciclar correctamente un residuo porque así se lo han enseñado en el colegio o les han criticado por no cerrar el grifo del agua mientras friegan o se lavan los dientes. Esas personas de mayores serán, probablemente, críticas y conscientes con sus implicaciones ambientales. Y, aunque para un cambio se necesita algo más que acciones individuales, esto genera una sociedad más consciente y comprometida en el futuro.
De entre los diversos fines y objetivos de la educación ambiental, desde los más generales hasta los más concretos, podemos destacar algunos de ellos:
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico también ofrece una serie de recursos para la educación ambiental. Entre ellos destaca la Guía de recursos de educación ambiental, publicada en 2021, que recoge una gran cantidad de títulos de obras literarias, herramientas didácticas y lúdicas, manuales, guías de comunicación y participación, proyectos colaborativos, documentos históricos, reflexiones, innovaciones, materiales audiovisuales e incluso aplicaciones para el móvil.
Otra buena forma de aprender sobre medioambiente y formarse en cuestiones climáticas es leer. Además, esto permite a cada persona elegir entre una gran variedad de obras con contenidos realizados por personas profesionales especializadas, y hacerlo con el ritmo e intensidad que cada cual prefiera o necesite. Pero no sólo la lectura de libros puede facilitarnos la educación ambiental que necesitamos. También podemos ver películas, documentales, cortometrajes, vídeos divulgativos, seguir en redes sociales a cuentas que publiquen contenidos didácticos, escuchar podcasts, programas de radio… Y un largo etcétera.
¿Qué mejor forma hay para aprender el valor de la naturaleza que entendiendo el trabajo que supone cultivar nuestros propios alimentos o labrar la tierra? Cada vez es más común que en los colegios y universidades, además de en los barrios y en las ciudades, se lleven a cabo proyectos que implican crear, cuidar y mantener huertos colectivos, que pueden utilizarse como herramientas educativas.
En la Universidad de Valladolid está la iniciativa de “Aulas con sabor a Tierra”, un proyecto educativo formativo coordinado y organizado desde el campus de Palencia, que involucra a un grupo de alumnos universitarios a trabajar en el huerto mientras aprenden a poner en valor los ciclos naturales, además aprender sobre temas como la alimentación sostenible y saludable o sobre la reutilización de residuos orgánicos. En definitiva, valores de educación ambiental trabajados, además, de manera colectiva y mediante la práctica de los cuidados y la organización de labores.
También es esencial que las empresas tomen la parte que les corresponde en el respeto y cuidado del medioambiente y tengan una producción responsable y que no favorezca prácticas como la contaminación mediante emisiones masivas de gases de efecto invernadero, gastar una cantidad de recursos innecesarios o no gestionar de manera adecuada los residuos que se generan . Es decir, las empresas han de tener Responsabilidad Ambiental Empresarial.
De hecho, las empresas pueden tener educación ambiental en sus centros de trabajo, tanto para los empresarios como para los trabajadores. Desde Verde Agua, con nuestros servicios de consultoría ofrecemos las herramientas necesarias adaptadas a cada empresa para que estas puedan ser más sostenibles; pero también ofrecemos directamente educación ambiental. Así que, si esto te interesa, no dudes en consultarnos.
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